
¿Existe la canción perfecta? “Creo que no: más bien lo que existe es el viaje hacia ella”, dice el músico Miguel Marcos (Vigo, 41 años), que reflexiona sobre la composición de canciones en Viaje hacia la canción perfecta (Liburuak), un libro entre el ensayo y el manual que puede interesar tanto a intérpretes como a melómanos. Próximas presentaciones: el 21 de noviembre en el festival Monkey Week del Puerto de Santa María y el 28 en la FNAC de Callao, Madrid. Marcos, en proyectos como Le Voyeur o Nueva Tragedia, director del área de Creación Musical de la Escuela de Escritores de Madrid, apuesta por la escucha, la reflexión, la adquisición de herramientas, frente a la música robotizada solo preocupada por los datos. Desde el barrio madrileño de Malasaña responde con una tupida barba y unos ojos llenos de curiosidad.P. ¿Qué es una canción?R. Una creación popular que tiene una estructura en estrofas, estribillo, puente, etc. No es como una banda sonora, una sinfonía o algunos temas de electrónica. Un ejemplo: Bob Dylan hace en Like a rolling stone una canción río de cinco acordes y a partir de ahí una narrativa que viaja en paralelo. ¡Se publicó hace 60 años! P. ¿Y ahora?R. En géneros como la electrónica o alguna música urbana la estructura canónica de la canción pop se vuelve líquida. Son puzles sonoros, se ve en Rosalía, Guitarricadelafuente o Billie Eilish. Esta última, por ejemplo, coge en Bad Guy tres acordes de un blues menor, los inserta en la canción, cambia de tempo, cambia incluso de género, algo impensable en la estructura de la canción clásica. P. ¿Y esa fluidez?R. Tiene que ver con la democratización de la tecnología: todo el mundo puede componer y grabar en su casa. Se puede jugar desde la intuición y la búsqueda, y aparecen canciones muy híbridas. Así se compone ahora. Miguel Marcos explica que la democratización de la tecnología nos ha llevada a estructuras más fluidas en la música popular.Claudio ÁlvarezP. Tenemos que hablar de Rosalía. R. La marca Rosalía crea mercado y tendencia allá por donde va. Todo lo demás se diluye alrededor. Parece como si no existiera más música. De lo poco que he escuchado, hay que decir que Lux tiene grandes canciones. Sin reglas, siguiendo su propio camino. Y conseguir eso es algo muy complejo hoy en día. P. ¿No lo ha escuchado entero?R. Me he negado a escuchar el disco entero hasta que baje un poco el hype y el marketing asfixiante. Todo a su debido tiempo. Tampoco fui a ver a Radiohead en Madrid. Esta vez, no sé por qué, me siento orgulloso de sentir el “miedo a perderme algo” [FOMO por sus siglas en inglés]. ¡Será la edad!P. Canciones canónicas… aunque no sean perfectas. R. Un hito de escritura de canción es el Hallelujah de Leonard Cohen: desacraliza lo religioso en 80 estrofas que compuso en cinco años. Like a Rolling Stone, de Dylan, Space Oddity, de David Bowie, Psycho Killer de Talking Heads, que tiene una función anempática, cuando la música y la letra no van en la misma dirección: se baila escuchando la voz de un asesino. P. ¿Españolas?R. Septiembre de Los Enemigos: Josele Santiago cogió del periódico la historia de un chico que se suicidó porque era incapaz de enfrentarse a la presión de los exámenes de septiembre. El disco Amadora de Tulsa es muy interesante en cuanto a la construcción de personajes, que son difíciles de definir en las canciones de tres minutos. ¿Quién es el Lobo López de Kiko Veneno? ¿Quién es Suzanne de Leonard Cohen? Pero tanto Lou Reed, como Tom Waits, Josele, Tulsa, Patti Smith o Kiko Veneno son grandes contadores de pequeñas historias. No dejarle todo a las musasP. ¿A componer canciones se aprende?R. En el mundo anglosajón hay carreras enteras de songwriting, de composición de canciones. Pero España es un país de intérpretes, nos enseñan a reproducir y a copiar, pero no tanto a crear. Y eso es lo que he intentado en mi labor docente: dar herramientas compositivas y no dejarle todo a las musas. P. Hay métodos. R. David Bowie va al cine a ver 2001 Odisea en el espacio y al salir compone Space Oddity. Bowie es un ejemplo de transversalidad creativa: la canción Heroes viene de un cuadro expresionista. Es el mayor reciclador creativo que hay en la música: todo lo metabolizaba. P. A escuchar también se aprende, dice. R. Antes de aprender a componer hay que aprender a escuchar, hay que desarrollar un sentido crítico, no marketiniano. Antes de internet, por ejemplo, sacábamos las canciones poniendo la oreja, tratando de desentrañar los acordes con el instrumento. Ahora los acordes se sacan de una web. Hay que reflexionar sobre la música: el problema es que la música es un espectáculo, ya no un lugar de reflexión, de lucha o de relación. P. El mundo acelerado no acompaña. R. No hay tiempo, la tecnología nos distrae, al segundo ya estamos con el móvil, con otra cosa, no escuchamos discos enteros. ¡Es que casi no escuchamos canciones enteras! Las cambiamos rápido, en TikTok duran 10 segundos. Las redes han canibalizado la música. Más que escuchar, consumimos. Para Miguel Marcos la esencia del rock está en las pequeñas salas.Claudio ÁlvarezP. Le iba a preguntar si la canción ha triunfado frente al álbum, pero veo que tampoco tanto… R. No, la canción no ha triunfado, simplemente hemos vuelto a un sistema más parecido al single, como en los años 50 o 60. Solo que ahora los estribillos tienen que entrar en el segundo 15, todo está robotizado y sigue ciertos patrones para funcionar con el algoritmo. Impactos auditivos muy rápidos, cada 10 segundos un cambio para mantener el interés.P. Mezcla usted autores más comerciales con más de culto. Pero esas diferencias casi ya no importan, ¿no?R. La canción es una construcción popular y, aunque sigue habiendo un elitismo musical, las tribus musicales se han diluido y lo que importa son los datos: el número de oyentes mensuales. Así se nos clasifica entre artistas grandes, medianos y pequeños, solo en base a eso, a los números. La mayor preocupación de mis alumnos es tener números suficientes. Nos hemos desviado de la creación. P. ¿El rock ha muerto?R. El rock se ha ido transformando en otros estilos, es un poco más líquido, más maleable. Un concierto de Radiohead es rock, pero tiene que ver con el pop, con el mainstream, con la cultura de masas. El rock solo puede pervivir en los espacios pequeños del tejido, en las salas. Si las salas mueren, el rock muere. P. Ahora la cosa va de llenar WiZinks. R. El show es ahora un karaoke, lanzar las bases, muchas luces, visuales, un gran espectáculo… La esencia del rock, el sudor, la pequeña sala, se puede ir perdiendo. Además, las condiciones para tocar en las salas ahora son disparatadas, precios desproporcionados para pequeñas bandas. Y luego está la burbuja de los festivales, que no explota. P. ¿Qué pasa ahí?R. El objetivo para los chavales es lograr oyentes en Spotify: no se trata de vender discos sino de comprar el tiempo al público, lograr escuchas y que un promotor te invite a festivales. Y eso que los festivales no dan un trato especialmente bueno. P. En su libro cuenta encuentros fortuitos en Malasaña, donde vive, con Javier Krahe o con Moncho Alpuente. ¿Sigue la Malasaña turistificada siendo un barrio roquero?R. Cada vez menos, pero hay cierta resistencia cultural, y no solo en los bares. Quedan espacios de creación, siguen pasando cosas, cada vez más secretas, aunque a veces para llegar hay que ir esquivando palos de selfi.
Miguel Marcos, músico y profesor: “Las redes han canibalizado la música” | Cultura
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